Fernanda

Fernanda Falcao

Brasil
Defensora de los derechos del colectivo trans y contra la trata de las mujeres. Estuvo en prisión y fue sometida a torturas por su trabajo. Fue una de las primeras mujeres trans en solicitar judicialmente la muerte asistida. La persecución la obligó a solicitar asilo en el Estado español.
 
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«Fernanda siempre estuvo en este cuerpo»

Descubriendo mi identidad

Me llamo Fernanda Falcão y nací en Recife (Brasil) en 1991. Soy enfermera y activista por los derechos del colectivo trans y contra la trata de mujeres cis y trans con fines de explotación sexual y trata humano. Sufrí violencia por ser una persona trans y en 2022, después de sufrir graves lesiones llegué al estado español como solicitante de asilo.

Mi familia me expulsó de casa cuando les conté que era gay, esa era la única referencia que yo tenía en ese momento. Y es que todas las referencias con las que crecí y que yo escuchaba eran que ser una persona travesti o transexual era una enfermedad, una persona que tiene el demonio y una mala persona, alguien que no contribuye a la sociedad. En ese tiempo, no me comprendía ni como hombre, ni como mujer, me sentía como un ser humano que no existía, que yo era un ovni, un objeto gay no identificado, pero no era eso, y a los 15 años de edad fui comprendiendo.

Creo que el chico que conocí y con el que tenía una relación, se dio cuenta antes que yo misma. Él me trato como a una mujer, entonces comprendí que todas aquellas dificultades que tenía para entenderme en este mundo, era por esas referencias culpabilizantes. Comprendí que Fernanda siempre estuvo en este cuerpo, en ese espacio, y la dificultad de ella tenía para exaltar su identidad era las referencias que yo tenía. Eso suponía verme como una persona enferma, demonizada, y una persona que tenía dificultad para el acceso a políticas, y esto último es verdad.  Pero elegí ser feliz, elegí permanecer en la identidad que me autodeclara, en mi identidad que me fortalece y en la que yo me reconozco. Es algo caro, sí, es u n precio a pagar muy alto, pero es necesario.

Para sobrevivir y continuar mis estudios de enfermería, me dedique a la prostitución.

Sobrevivir en un contexto de muerte. La cárcel, torturas, resistencia, activismo y asilo…

Brasil es el país del mundo que más personas transexuales asesina. Cuatro de cada diez transexuales asesinados en el mundo, lo son en el país carioca. En el año de 2020, fueron 175 los casos de personas trans asesinadas de manera brutal. En el año de 2021 fueron 140 las personas trans según la asociación nacional de travestis y transexuales (Antra https://antrabrasil.org/ ). Brasil también es el país de América Latina donde la policía mata a más personas negras. Mucho más que en Estados unidos. Cada 23 minutos una persona negra es asesinada en Brasil (https://antrabrasil.files.wordpress.com/2022/01/dossieantra2022-web.pdf)

A los dieciocho años, fui acusada falsamente y condenada por delito de narcotráfico por lo que permanecí tres años en prisión. Posteriormente, un vídeo demostró que habían sido los policías quienes habían introducido la droga en mi bolso. Estos hechos motivaron que comenzara un activismo para defender los derechos humanos de las mujeres trans y como portavoz del colectivo LGTBIQ+.

Posteriormente, trabajé en Brasil como funcionaria pública del Departamento de Justicia del Estado de Pernambuco, ​ donde colaboré con los jueces para elaborar políticas públicas sanitarias. También participé en programas de concienciación y daba formación a policías y al funcionariado de prisiones sobre la comunidad trans y trata humano. Además, coordiné una red nacional de mujeres travestis y transexuales donde realizábamos formación de temas como: cambios de nombre, de sexo, y de salud sexual, fortalecimiento alimentario por la gran necesidad nutricional que el colectivo padece. Realizaba acompañamientos a distintas instituciones.

Sufrí varios intentos de asesinato por luchar contra la trata de personas cisgénero y trans para fines sexuales. También por ello fui capturada y amenazada de muerte en mi país. ​ Ametrallaron la casa en la que yo vivía en Brasil, me dispararon y fui sometida a un proceso de tortura en el que me quitaron los dientes, uñas y me arrancaron el cabello durante los más de treinta días que estuve cautiva. Con la ayuda de asociaciones brasileñas que tienen relación con organizaciones de Naciones Unidas fui trasladada a España con la intención de solicitar asilo.

Durante mis últimos seis meses en Brasil, me vi obligada para protegerme, a cambiar cada semana de domicilio e incluso de estado y así hacer más difícil que conociera mi paradero. ​ Fui una de las primeras mujeres trans en solicitar judicialmente la muerte asistida en Brasil. En los últimos 2 años las estadísticas de violación y asesinatos de personas como yo, solo han crecido, y el año pasado (2021) tuvimos en secuencias varios asesinatos de travestis y transexuales, y fueron asesinatos muy bárbaros, como quemarlas vivas, cortar partes de sus cuerpos, entre otros asesinatos brutales. Eso me desesperó y por esto la solicité el asilo, pero es una solicitud muy lenta, y mi plan b, era morir dignamente. Por mucho tiempo creí que morir era la solución para acabar con todos mis problemas, pero no puedo ser cobarde y abandonar a las mías.

La concesión del asilo o de la protección internacional supone una autorización para residir y trabajar en un país de forma legal. Es una vía para la protección internacional y permitir que las personas que tienen acusaciones infundadas y miedos de ser perseguidas en país por motivos discriminatorios puedan huir de esa situación, refugiándose en otro país. Sin embargo, desde mi experiencia es extremadamente burocrático y victimizante considerando que ni siquiera se permite trabajar en los primeros ocho meses.

Grandes desafíos para cambiar la vida de los colectivos LGTBIQ+ en Brasil

Para que nos dejen de matar, se necesita hacer cambios de fondo, que nos dejen de demonizar nuestro cuerpo, se nos ve como un cuerpo que no tiene valor social, y no se entiende como ciudadanos, ciudadanas. Pagamos nuestros impuestos como cualquier otra persona, y tenemos dificultades en acceder a políticas básicas. La propia constitución federal brasileña en su artículo 1º habla sobre el derecho a vida. ¿Qué derecho a la vida es este, cuando la esperanza de vida para una travesti negra en Brasil es de 28 años?

No se puede hablar solo de inserción en la política, lo que necesitamos es que se haga reparación. Somos el país (Brasil) que más asesina a travestis y transexuales, pero también somos el país que más vende contenido sexual de estas mismas personas. Es discordante cuando hablamos que el acceso a estos espacios se basa en el conocimiento, cuando en realidad se basan en un contexto económico, quienes tienen poder adquisitivo consiguen el acceso, quienes no tienen no lo consiguen. Sin hablar de las perspectivas de retirada de derechos a partir de la propia condición, de su propia presentación de un cuerpo negro, en cuanto a un cuerpo que atraviesa otras vulnerabilidades.

Los servicios de salud son espacios extremadamente desagregadores, son espacios donde nuestros nombres y nuestras especificidades biológicas no son reconocidas. Vivimos en una lucha constante para que la sociedad brasileña comprenda que un cuerpo transgénero masculino es un cuerpo que va a gestar, que un cuerpo transgénero femenino es un cuerpo que necesita de un cuidado dentro de un proceso de salud contra una proctología, es un cuerpo femenino con próstata, es cuerpo masculino con útero.

Nosotras tenemos que pasar está información a gran escala. El diálogo dentro de la academia es algo que potencializara está discusión, porque las academias aún no discuten toda esta cuestión sobre las necesidades de los cuerpos transgéneros. Es una necesidad muy costosa, personas mueren por culpa de la falta de conocimiento dentro de este proceso, no se sienten legitimadas de permanecer en el proceso de salud, o de buscar un espacio de salud, pues saben que van a ser vulnerabilidades otra vez. Lo que se necesita es que las políticas públicas de salud existente sean efectivas, que lleguen a esta población, que sean atendidos en los espacios de forma humanizada, donde la humanización sea la prioridad no solo destrato y maltrato de nuestros cuerpos.

Es difícil que cambiemos a corto plazo pero considero que será posible, con información y con la alianza de las personas privilegiadas por el sistema  cisheteronormativo, participar en espacios de poder, espacios políticos, espacios de habla de nuestras especificidades y también traer el protagonismo a nuestros cuerpos transgéneros para estas discusión, de conseguir debatir dentro de estos espacios, de impulsar que la academia hable sobre todo esto, que busque experiencias de éxitos en el tratamiento y cuidados de estos cuerpos, del fortalecimiento socio-existencial, una entrada y potencialización dentro del contexto socio económico también, garantizaría mínimamente que los padecimientos que ocurren con esta población, aunque no extinguidos, pero que fueran menores, y que garanticen que la perspectiva de sus vidas sea más que 28 años, que el acceso a la alimentación, el acceso al derecho a vida fueran garantizadas. Estas políticas son las bases para que más tarde pueda haber un cambio de esta cultura de exterminio, de una formalización, de una potencialización socio económica de esta población, y así nosotras podamos vislumbrar un Brasil donde no sea totalmente declarado el exterminio de la población de travestis y transexuales.

Yo pienso que hubo un empeoramiento significativo cuando Bolsonaro llegó al poder, pues como he dicho antes, las vulnerabilidades que vienen ocurriendo en Brasil, tienen su fundamento desde el gobierno. El propio Bolsonaro ha tenido un discurso claro y público, demonizando. Los movimientos sociales de travestis y transexuales fueron extinguidos del contexto político de este gobierno bolsonarista.

Nuestros cuerpos y la negación como ciudadana y sujetas de derechos. Hubo una retirada de financiación de las ONG que trabajan con personas trans. El desmantelamiento de la sanidad pública y la mayor afectación es la cuestión del proceso transexualizador y otras cuestiones direccionadas al público LGBTIQ+. Pero con la salida de Bolsonaro, vamos a intentar recuperar un poco nuestros derechos. Bolsonaro destapó odios que estaban muy enraizados, odios cotidianos, pero eran odios tabús, ni era permitido hablar, y él trajo de vuelta todo esto, aparte de diezmar nuestros derechos. El derecho a salud, a la asistencia social, el propio contexto de familia.

Nosotras no podemos decir que tenemos una familia formal, porque Bolsonaro nos negó ese reconocimiento, el de nuestros cuerpos y derechos, pero somos ciudadanos y ciudadanas. Pagamos impuestos como cualquier otra persona, nosotras contribuimos de la forma que podemos y muchas veces, tiras tus sueños simplemente para poder sobrevivir, abrimos mano de nuestros sueños simplemente para sobrevivir, y eso es algo que escucho mucho de mis amigas, de mis iguales. Un Brasil sin Bolsonaro tiene que ser mucho más inclusivo. Un Brasil sin Bolsonaro debe posibilitar que nosotras, travestis y transexuales, podamos dialogar un poco más, como hemos tenido en la legislatura del PT, que facilitaba los espacios de diálogo, que daba espacio de vez y voz, de sus mecanismos que buscaba información del contexto social y de los movimientos sociales para hacer política y eso con Bolsonaro lo perdimos. ¡Ahora toca recuperarlo!

Otros testimonios recabados en este país: Brasil