Ninoska3

Ninoska Benítez

Honduras
Defensora de Derechos Humanos. Es parte del Comité de familiares de detenidos-desaparecidos de Honduras COFADEH. Desde los años 80 se integró a los movimientos sociales, estudiantil y por la liberación de presos y presas políticas, y más tarde a los movimientos de derechos humanos por la verdad, justicia y reparación.

“Mi pueblo y yo… Hechos que marcan”

Soy Ninoska, mi nombre es ruso, otorgado por mi madrina que a su vez lo rescató de una lista que los padres de un expresidente hondureño lo tenían para su hija, pero nació un varón. Nací en Juticalpa, cabecera del departamento más grande de Honduras, Olancho, un 12 de enero de 1964. Crecí en un pueblo conservador.

Soy la cuarta de 6 hijos procreados por Natalio Benítez y Delia Muñoz. Mi familia tenía un negocio familiar, Foto Benítez se llamaba y era un estudio fotográfico desde el que, a través del lente, pude ver la alegría, la emoción, la tristeza, el crecimiento de generaciones y del pueblo. Esto me dio un sentido de curiosidad hacia algunos hechos que no comprendía, pero se grabaron en mi mente y que con el pasar de los años fui entendiendo.

En los años 70 cuando cursaba mi primaria y secundaria, vivíamos bajo un gobierno militar a la vez que se visibilizaron importantes movimientos sociales. En ese entonces Olancho era sinónimo de ganadería y agricultura, por supuesto concentrada en los terratenientes, a la vez veíamos crecer el movimiento liberador de la iglesia católica, con la teología de la liberación.

En el andar entre la escuela y el quehacer en la fotografía, ocurrieron 4 hechos que marcaron nuestras vidas: la masacre de campesinos en una recuperación de tierra en La Talanquera[1], la masacre de Santa Clara y Los Horcones, en donde militares, policías, ganaderos se coludieron para asesinar 15 personas (2 sacerdotes, 2 monjas, 1 estudiante universitaria y 10 dirigentes campesinos), la muerte de una joven en la URSS y la expulsión del padre Bernardo Boulang.

La masacre de Los Horcones nos hizo ver las 2 caras de la moneda en nuestro pueblo, conocíamos tanto a los hechores como a las víctimas. Los grupos de poder y de gobierno utilizaron e hicieron uso de cualquier estructura del pueblo y de su gente, de los niños y niñas de las escuelas, para provocar un choque con el campesinado que se concentraba en un edificio de la iglesia católica en Santa Clara, de donde fueron sacados los campesinos y trasladados al presidio en Juticalpa, para posteriormente a altas horas de la noche, ser llevados a la comunidad de Lepaguare, a una hacienda del terrateniente Manuel Zelaya Ordóñez. El pueblo fue sometido a la incertidumbre, acusando a las víctimas de comunistas, guerrilleros enmontañados, hasta que se descubrió su asesinato y sus cuerpos arrojados a un pozo malacate que posteriormente fue dinamitado. Por varios años fue cerrada la iglesia, y yo siendo una niña de 11 años que recibía catequesis en Santa Clara, no pude realizar mi primera comunión, como el resto de mis hermanos.

Al padre Iván Betancourth de origen colombiano, víctima en de la masacre de los Horcones, no lo puedo olvidar, pues tiempo atrás llegó a nuestra Foto Benítez a comprar rollos de película para su cámara, mi madre lo atendía cuando de pronto llegó un reconocido ganadero y político conservador con pistola en su cincho [cinturón], que lo agredió y amenazó verbalmente, el padre esbozó una sonrisa a mi madre, ella se mantuvo a su lado…esa imagen quedó grabada en mi mente.

En mi pueblo era común que realizáramos mandados [pequeñas tareas] a cierta edad de nuestra niñez, recuerdo muy bien que me enviaban al banco a hacer pequeños depósitos de Foto Benítez, era un Banco de Ahorro frente al parque del pueblo, creo que todos nos conocíamos, me atendía una joven trigueña y alegre, con amplia sonrisa, sabía mi nombre y yo el suyo…Rosa Emilia. De pronto no la volví a ver, ya no estaba en el banco.

Tiempo después se regó como polvorín que a Rosa Emilia “la habían hecho papel higiénico los comunistas”, fue la primera vez que escuché esto, no lo entendía y trataba de procesarlo en mi cabeza.  Escuchaba a los adultos que decían que se había ido a un país de la Unión Soviética y que allí eran comunistas y que a la gente la hacía papel higiénico o jabón, nos inculcaron temor y rabia. Su familia se apostaba frente a la casa de -ahora- un expresidente, que decían la había enviado a ese lugar. En efecto Rosa Emilia era una mujer joven organizada políticamente, que salió del pueblo para estudiar en un país de la URSS, que en ese entonces no mantenía relaciones diplomáticas con nuestro país, estando allá se enfermó gravemente hasta que falleció y no fue posible la repatriación de su cuerpo.

Encuentro con “la realidad” y mi incorporación al movimiento universitario

En 1981 me encontré con la realidad socioeconómica de Honduras, viajé a la capital Tegucigalpa a realizar estudios universitarios de medicina, venía de ser feliz en mi pueblo ignorando la realidad del país. Entre adaptarme a vivir en la gran ciudad e ingresar a la máxima casa de estudios, me fui involucrando en el movimiento estudiantil universitario y para finales de ese año ya era militante activa en el Frente de Reforma Universitaria (FRU), que en ese momento era autoridad en la rectoría, algunas decanaturas, direcciones de centros regionales, y la secretaría general de la Federación de Estudiantes Universitarios de Honduras (FEUH), estaban a cargo de compañeros del FRU. Por la parte estudiantil, el compañero Eduardo Lanza, fungía como Secretario General de la Federación de Estudiantes Universitarios de Honduras.

En 1982, en plena guerra fría se incrementaron los asesinatos y desaparición forzada de dirigentes sociales, a la vez que se intensificaban las luchas revolucionarias en la región centroamericana, específicamente en El Salvador y Guatemala, luego del triunfo en Nicaragua. La universidad Nacional de Honduras se convirtió en un objetivo preciso de control de toda esta política y -como otros movimientos sociales- vivimos de cerca la represión como parte de las políticas de seguridad nacional y el sometimiento de los poderes nacionales hondureños a tropas extranjeras para favorecer la presencia de la contra nicaragüense, y escuadrones de la muerte.

Para este tiempo, a inicios de año, conocí de cerca a Eduardo Lanza y nos hicimos novios. Eduardo era estudiante del 4to año de medicina, también monitor de la clase el hombre y su universo, era un reconocido líder estudiantil, que desde su cargo realizaba muchas actividades solidarias y demandas para la liberación de presos políticos y la aparición con vida de las personas detenidas desaparecidas. Públicamente denunciaba desde la FEUH a los escuadrones de la muerte y se publicaban campos pagados en periódicos comerciales exigiendo la liberación de salvadoreños, y gracias a esto fueron identificados por sus familias.

Sus discursos los redactaba en la sede del frente y yo apoyaba en taipear en una vieja máquina de escribir, en estos fustigaba al gobierno de turno por su política entreguista del territorio y su famosa política exterior de paz, así mismo por la injerencia que ejercían en la universidad para tomársela con los sectores más oscurantistas de la nación y sus aliados dentro de ella, entre estos el candidato a rector, que por su peculiar voz le decíamos trompetilla y esto valió para identificar a Eduardo como un enemigo acérrimo de este personaje. En una ocasión lo encontramos en un pasillo, se hacía acompañar por el presidente de la FEUH, que era de su misma camarilla y se detuvo a lanzar proverbios y amenazas contra Eduardo, recuerdo su dedo amenazante, de me las vas a pagar.

Este inicio de año fue muy agitado, realizamos grandes movilizaciones en protesta por los constantes asesinatos de líderes y por la desaparición de compañeros como Tomás Nativí y Fidel Martínez, que justo en el día nacional del estudiante fueron sacados violentamente de sus casas. Las protestas fueron incrementándose a medida que seguían ocurriendo los hechos, los estudiantes fuimos motor solidario ante la represión ejercida, grupos de salvadoreños que se trasladaban a nuestro país huyendo de la persecución de la que eran objeto, fueron detenidos desaparecidos, junto a sus hijos menores. Al mismo tiempo libramos lucha por las conquistas estudiantiles como fue el 6% del presupuesto de la república para la educación superior dirigida por la UNAH; defendimos la autonomía universitaria y la paridad estudiantil.

La población universitaria fuimos víctima de medidas represivas, el espionaje se daba sin disimulo, personajes de escuadrones de la muerte merodeaban en los pasillos y aulas universitarias, los procesos electorales en las diferentes carreras eran sumamente peligrosos, llegaban personas armadas que amenazaban y realizaban descargas de metralla para tomarse las urnas y declarar ganador al frente representativo de la derecha.

Manfredo Velásquez[2], María Ediltrudis Montes, Roberto Fino, Oscar Alexis Colindres, Jorge Zavala, fueron estudiantes universitarios que engrosaron la lista de desaparecidos[3]. En el mes de abril de 1982 fuimos estremecidos con la noticia de la detención y desaparición de 6 compañeros y compañeras universitarias, como FRU y con Eduardo Lanza como dirigente de la FEUH, nos dispusimos a hacer demandas, comunicados, protestas, tomas, manifestaciones en casa presidencial, elaborábamos muchas mantas-pancartas para ese entonces. Los seis compañeros fueron devueltos con vida, luego de ser sometidos a torturas y mantenidos en una cárcel clandestina que posteriormente fue identificada en el valle de Amarateca.

Se avecinaba el proceso electoral para las nuevas autoridades universitarias, en el mes de agosto, como FRU proponíamos al Doctor Juan Almendares, para su reelección como rector, y por el sector más oscurantista al Abogado Oswaldo Ramos Soto, quien a su vez era secretario de la APROH, que aglutinaba empresarios, políticos, militares, bajo la presidencia de General Gustavo Álvarez Martínez, Jefe de las Fuerzas Armadas y precursor del Batallón de inteligencia 3-16, que operó como un escuadrón de la muerte. La situación se intensificó a medida se acercaba el proceso.

Entramos al período de descanso universitario a finales del mes de junio para retornar posteriormente a inicios del mes de agosto. Me fui para mi pueblo con alegría de vacacionar, pero con el ansia de regresar y afrontar lo que se nos venía en ese proceso. Recibí algunas llamadas de Eduardo en los viejos aparatos de discado y casi sin poder platicar por el acecho de la familia en casa. En uno de esos días, Eduardo llegó a mi pueblo junto al compañero Dagoberto Suazo, fue una sorpresa y en compañía de mis hermanas nos vimos por un corto momento en una cafetería cerca del parque de Juticalpa, nos despedimos confiados que pronto nos reencontraríamos en la U.

La desaparición de Eduardo… la lucha sigue

El domingo 2 de agosto de 1982, Eduardo fue detenido en un operativo policial y militar de aparente reclutamiento de jóvenes para realizar el servicio militar obligatorio, proceso que se convertía en una cacería, en el Barrio Abajo de Tegucigalpa. Oscar y Flavio, dos compañeros que le acompañaban fueron llevados a un camión militar desde el que pudieron observar que a Eduardo lo introdujeron en una patrulla policial. Fue hasta el miércoles 5 de agosto que me enteré de lo sucedido. Yo había llegado a la capital la noche anterior y muy temprano me dirigía hacia la universidad y cuando pasé por el parque Central, me encontré con Longino, su hermano, quien corrió a saludarme y me pregunta ansioso si había visto a Eduardo, le dije que llegó a Juticalpa a visitarme pero que no sabía más, entonces él me informó de los detalles y me pidió que si sabía algo le avise pronto a su familia. Con el impacto de la noticia me dirigí a la sede del Frente, en donde estaban los compañeros y compañeras, nos abrazamos y lloramos ante lo incertidumbre de la situación y temimos que fuese desparecido y así fue.

La detención y desaparición de Eduardo templó mi determinación y compromiso de luchar por la transformación de nuestro país en bienestar para las mayorías, por la igualdad de clases, por tierra para los campesinos y campesinas, por educación para todas y todos, por la soberanía del país, por la expulsión de tropas extranjeras y bases militares, por la justicia. Realizamos protestas, nos tomamos la facultad de medicina, salimos a las calles, me tocó pintar mantas [pancartas] exigiendo la liberación de Eduardo, también justicia por la desaparición y posterior asesinato, de Félix Martínez, presidente del sindicato[4] de trabajadores de la una Universidad, que apareció asesinado con 69 puñaladas en todo su cuerpo, en una comunidad del sur del país. Sus restos fueron velados en el auditorio central de la UNAH y hasta allí se hicieron presentes y tomaron la universidad el grupo subversivo Cinchonero, quienes leyeron una proclama. Luego en manifestación y autobuses nos dirigimos a casa presidencial, esta vez las mantas llevaban el nombre de Eduardo Lanza. Cuando lo conocí fue justamente pintando mantas para los desaparecidos de 1981, él lo hacía, yo recién iniciaba mi militancia, me sorprendí porque en mi escuela me enseñaron a hacer letras con el famoso 8 [un método para hacer buena letra] de allí en adelante era la encargada de dibujar las mantas para las protestas, exigencias y procesos electorales.

El tiempo avanzaba y a siete meses de su detención, Eduardo no era liberado, no apareció. En marzo de 1983 durante la visita del Papa Juan Pablo II, en las cercanías de la UNAH, hicimos un despliegue de volantes exigiendo su liberación, nos apostamos con carteles ante el paso del famoso papa móvil, fuimos asechados para impedir nuestra protesta. En algunas ocasiones acompañé a sus padres a exigir resultado de los habeas corpus que interponían en la Corte Suprema de Justicia (hoy museo del hombre), a plantones que realizaban los familiares de desaparecidos en el parque La Merced, hoy conocida como plaza de los desaparecidos; junto a compañeros del frente les acompañamos a la morgue del cementerio general, a revisar cadáveres…recuerdo ese momento doloroso en el que sus padres buscaban una pista en cada cuerpo que les diera una señal de que era o no Eduardo. Estuve en reuniones de los familiares en la sede del partido Demócrata Cristiano, que dieron vida a lo que es el Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos en Honduras.

En todos estos eventos fuimos sujetos de persecución, sabíamos que nos tenían identificadas o fichadas, posteriormente supimos que en estamentos militares de Olancho me tenían “reportada” junto a mis hermanas. Recién la desaparición de Eduardo, intentaron tenderme una trampa para que fuera a un lugar aduciendo que allí se encontraba herido, y que fuera a traerlo, ocurrió mediante llamada telefónica a mi vivienda en horas de la noche.

Continué mi militancia en el movimiento estudiantil, milité en el Bloque Amplio Reivindicador de Medicina BARM y en el movimiento social, nuestras demandas continuaron, me uní al Frente Morazanista por la Liberación Nacional. Consideramos que desde un inicio estuvimos vigilados con personas infiltradas.

Compañero por siempre

Luego me sumé a otros movimientos reivindicativos y así en 1984 me encontré con el compañero de mi vida, Toyano, con el que he compartido luchas, principios e ideales, lo que nos une por siempre. Procreamos 2 hijos y 1 hija: Alejandro, Laura y Camilo. Me tocó enfrentar la persecución, las detenciones y torturas que sufrió mi compañero, por parte de agentes de investigación e inteligencia, así como su desaparición temporal en una cárcel clandestina en un municipio al oriente del país. En 1991 fue preso político junto a 16 compañeros más, que fueron liberados mediante una amnistía.

En toda la década de los años 80 en Honduras continuaron las desapariciones forzadas, y los movimientos sociales continuamos luchando desde diversas trincheras. Muchas más compañeras y compañeros fueron perseguidos, amenazados, detenidos, torturados o asesinados, todos y todas estábamos expuestas, vivíamos en constante incertidumbre. Recuerdo el impacto del asesinato en la zona norte del país, de Herminio Deras, Dagoberto Padilla, Hilda Rosa y Fredy Nolasco.

Persecución, detención y tortura por agentes de la Dirección Nacional de Investigaciones DNI, sorteamos en esos cinco años finales de los 80´s. En 1985, Toyano fue llevado al Barrio Abajo, a las instalaciones de la DNI (posteriormente conocido como CORE7), en donde fue torturado (capucha, colgamiento) para que informara de su militancia. Nos trasladábamos de residencia constantemente, en 1988 nació nuestro primer hijo, Ale.

A inicios de 1991, mi esposo junto a su hermano fue apresado en una comunidad del interior del país, recibí la noticia de familiares que me informaron de la situación, de los golpes que recibían ya sometidos en patrullas policiales, y de la amenaza proferida de que alistaran ataúd y panteón. De inmediato me fui a la sede del Comité para la Defensa de los Derechos Humanos CODEH, para presentar la denuncia. Con su apoyo y acompañamiento realizamos denuncia pública en conferencia de prensa y viajamos en autobús con Rigoberto Ochoa, al municipio donde había ocurrido la detención a presentar recurso de exhibición personal, y negaban tenerlo detenido en sus centros. Permanecimos seis días en las afueras del juzgado y en la estación policial a la espera de respuesta, ese día la jueza nos ripostó que entendiéramos que los militares eran los que mandaban, luego los trasladaron a los juzgados en donde la madre de Toyano y yo finalmente pudimos verles. Le habían tenido en una casa que mantenían como cárcel clandestina, mi esposo había sido sometido a fuertes interrogatorios y torturas, tenía su rostro golpeado, con molares quebrados, moretes, costillas fracturadas y sangrado en sus ojos por el vendaje que tuvo durante todo su cautiverio. Así fueron trasladados -mi esposo y su hermano- al centro penal de ese municipio, ahí tomaron su testimonio el Licenciado Oscar Aníbal Puerto, Vicepresidente del CODEH y la Abogada Linda Rivera y grabado en video por el periodista José Adán Castelar.

Mi reencuentro con el COFADEH

Uno de esos días de visitas en el centro penal estaba con mi hijo, cuando avisaron que dos personas de una organización de derechos humanos pedían ver a las personas detenidas.  Yo conocía algunas familias, pero tenía varios años de desconexión. Eran dos mujeres jóvenes, se presentaron como Berta Oliva y Mery Agurcia, preguntaron por el estado de ambos, hicieron una breve presentación del COFADEH, luego del Comité Pro Liberación de Presos Políticos COPROA, en el que se aglutinaba un grupo de familiares de personas que se encontraban presas por razones políticas y buscaban su liberación mediante una amnistía. Les dije que conocía del COFADEH, y allí iniciamos a participar en el COPROA.

En esos días (posterior a esas conversaciones) me incorporé a las actividades del comité de presos políticos que se había formado en 1990, estrechamos lazos con las familias de los demás compañeros que sumaban 17 y estaban en centros penales de diferentes ciudades. Nos reuníamos en el COFADEH, también en la sede de sindicatos como STENEE, el movimiento popular y organizaciones nos apoyaban. Realizamos diversas actividades para lograr su libertad, plantones en casa presidencial y en el congreso, ayunos y etc. El gobierno de turno había otorgado una amnistía favoreciendo a los violadores de derechos humanos no así a los opositores políticos. Exigimos una amnistía amplia e incondicional para los presos políticos, que no abarcara a violadores de DH, y en el mes de julio de ese mismo año fue aprobada mediante decreto legislativo y los 17 compañeros fueron liberados.

Para ese momento mi integración al trabajo del COFADEH se había ido fortaleciendo, primero como militante apoyando en lo que sabía hacer: murales, mantas, fotografías, dibujos, conformamos un equipo comprometido en la defensa de los derechos humanos, pero sobre todo con los ideales de los detenidos desaparecidos.

En ese año 1991 conocí a las viejas. Sí así eran conocidas cariñosamente por el movimiento popular las madres de los desaparecidos, doña Vina, doña Fide, doña Lolita, doña Bertilia, doña Elvia, doña Carlota, doña Secun, doña Rosa, doña Elsita, doña María, doña Victoria, y nos reencontramos con doña Tula, madre de Eduardo Lanza.

En el mes de junio, vivimos un evento impactante, Marco Tulio López, hijo de doña Vina (Liduvina Hernández) fue asesinado, recién había vuelto a Honduras procedente de Italia y estaba realizando preparativos para un congreso con movimientos de solidaridad de Italia. Fueron duros momentos, estábamos viviendo secuelas de la guerra fría, el gobierno había otorgado una “apertura” para que exiliados políticos ingresaran al país, algunos lo hicieron y muchos de ellos fueron asesinados.

Incorporarme al COFADEH, se convirtió en un reto para continuar con el camino que había recorrido, mi compromiso con los ideales de los compañeros y compañeras que fueron asesinadas, desaparecidas, las luchas que enfrentaron…el Padre Iván, los masacrados en los Horcones, Rosa Emilia, Eduardo…todos ellos y ellas.

Derechos humanos y militancia

Inicie este nuevo proceso, podría decir, organizando ideas, conocimientos, y aprendiendo de familiares de desaparecidos y el equipo que fortalecía técnicamente la lucha. Tuve muchos aprendizajes que fueron hilvanando la persona que hoy soy. Desde tomar una fotografía que representara un hecho, escuchar y tomar los testimonios de víctimas y familiares, hasta internarme en un frigorífico a buscar el cuerpo de un compañero…Raulito.

Mi llegada en esa década – los noventas- coincide con un proceso de renovación de la organización, con el fin de abordar la compleja naturaleza de las violaciones de derechos humanos de esa década, en la que las estructuras de poder implementa lo que se conocía como limpieza social, pero también se estaban abriendo nuevos espacios de diálogo social, articulaciones centroamericanas, se impulsaron investigaciones sobre cementerios clandestinos, mis conocimientos fotográficos, clasificación y archivo adquiridos en mi hogar fueron de gran importancia en esta tarea, en la que me involucró de manera activa el equipo de COFADEH, documentar fotográficamente y en video los procesos de exhumaciones en los cementerios clandestinos, elaborar archivos fotográficos, organizar la videoteca de COFADEH, etc., fueron herramientas de gran utilidad para los procesos posteriores en los que se centraría la organización.

Recuerdo esa energía que nos envolvía en aquel edificio viejo del Barrio Los Dolores, un solo cajón solíamos decir. Éramos vecinos de la DNI a la que no teníamos miedo a pesar de su vigilancia, persecución, y amenazas a compañeras del Comité.  Nos reuníamos todas las semanas, 32 años después lo continuamos haciendo para informarnos del contexto, planificar nuestras acciones, y plantearnos las estrategias que nos mantendrían en pie.

Así íbamos construyendo un COFADEH que pudiese responder ante la adversidad que se podía presentar con cambios e intereses geopolíticos, pero sobre todo que acompañara a las víctimas de violaciones a derechos humanos, nuestra apuesta “somos una organización de víctimas para las víctimas”, lo que tratamos de mantener hoy día. Berta permaneció a la cabeza de este grupo de compañeras y compañeros, entre familiares de desaparecidos y personas comprometidas con este trabajo.

A inicios de 1992, realizamos giras de investigación y documentación de los casos de desaparición forzada en el interior del país, junto a otra compañera nos asignaron la zona sur, en 3 municipios en los que se reportaba casos. Otro grupo viajaba hacia la zona norte, y otro a la zona occidente. Viajamos en autobuses y baronesas (que eran camiones adaptados como transporte colectivo), con la convicción que debíamos recoger la mayor y mejor información posible, que nos diera pistas de los hechos, encontrar familiares, y/o identificar cementerios clandestinos. Visitamos pueblos, juzgados, hospitales, recolectamos información que luego dio paso a fortalecer la información con que se contaba a la fecha. Nuestra misión… buscar la verdad.

La investigación y documentación ha sido una herramienta de suma importancia en el quehacer de la organización, la experiencia de participar en los equipos que la realizan es ineludible por todas y cada una de las personas que la integran. Es así que también participamos en documentar el caso de más de 100 hombres que formaban una columna guerrillera dirigida por el Dr. José María Reyes Mata, muchos de ellos fueron llevados a la base militar El Aguacate, en donde fueron torturados, asesinados, lanzados desde un helicóptero a las montañas del departamento de Olancho y a otros les aplicaron “ley fuga” luego de presentarlos en conferencia de prensa.

El trabajo y accionar permanente del COFADEH, decidido para confrontar la impunidad arrastrada en los 70`s, 80`s, y a los responsables que la gozaban desde las estructuras de gobierno y de poder, así como en las violaciones que se seguían cometiendo, y la decisión de lograr esa transformación por la que hemos luchado, me colocó en esta trinchera.

Después de ese entramado político de aplicación de políticas estatales, basadas en el terror, la prepotencia, la delegación de obligaciones en militares, amparados en la doctrina de seguridad nacional y el miedo de la población, representé al comité en diversos espacios de trabajo por la verdad y la memoria histórica no solo en Honduras, también en Centroamérica, Yo llevaba a estos espacios el sentimiento de unidad, que había caracterizado nuestra militancia en la década de los años ochenta. La intención que nos guiaba era re-dignificar a las víctimas de ese pasado inmediato.

Mesa de la verdad…encuentro con hijos de desaparecidos en El Salvador

En este proceso de tejer con cada hilo que encontrábamos el camino a la verdad, a la justicia, a la reivindicación de las víctimas y sus ideales, que por diversas razones estaban ocultos para el pueblo, para las familias y en especial para los hijos, que eran niños y niñas sin sus padres, fui asignada para representar el Comité en la Mesa de la Verdad, conformada en El Salvador con la coordinación del IDHUCA, por organizaciones de familiares y de derechos humanos de Guatemala, El Salvador y Honduras, con el objetivo común de conocer la verdad de los hechos ocurridos en nuestros países y lograr que estos no se volvieran a repetir.

Estábamos ya en los años 2000, nuevo siglo, pero vieja deuda. La Mesa de la Verdad, se convirtió en ese espacio esperanzador, en el que convergimos para plantearnos los retos comunes, decir en voz alta lo que pensábamos y en conferencia realizada en San Salvador, el 31 de marzo de 2005, nos propusimos 12 puntos de acciones concretas que nos llevaran a rescatar la memoria histórica de la región, desde las víctimas, sus familiares y los pueblos.

  1. Realizar un “Libro Testimonio” sobre la verdad, la impunidad y el estado de los procesos de paz en América Latina, en el que se recojan exhaustivamente el nombre de las víctimas, los hechos y circunstancias en que se produjeron todas las violaciones de los Derechos Humanos. La elaboración del citado libro exigirá una tarea de coordinación del IDHUCA, y la de una propuesta metodológica, debiendo quedar terminados los aportes nacionales en un plazo de un año.
  2. Proponer a nivel nacional que se decrete el 30 de agosto en El Salvador, como Día Nacional de las Personas Detenidas Desaparecidas.
  3. Proponer a la ONU que se declare el 24 de marzo como “Día Mundial de las Víctimas de los Derechos Humanos”.
  4. Ubicar en todos los países de la zona, cementerios clandestinos y lograr la exhumación de cadáveres para iniciar actuaciones judiciales.
  5. Declarar como monumentos nacionales en cada país los centros de detención y cárceles clandestinas, compartir entre las organizaciones de los países de la zona las experiencias de dichas actividades.
  6. Promover la recuperación de la memoria histórica con el reconocimiento guiado y las visitas a los lugares donde se produjeron las violaciones.
  7. Reclamar a todos los gobiernos el acceso de las ong´s defensoras de los derechos humanos a los archivos oficiales que contienen información sobre las violaciones de los derechos humanos.
  8. Promover la incorporación a todos los niveles educativos del conocimiento de la verdad histórica. En particular, proponer a la UNESCO el patrocinio de la propuesta pedagógica “Eduquémonos para el Nunca Más” elaborada por la oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala, como modelo de material educativo que enriquece el trabajo de otras propuestas y actividades de otros países de la zona. La mesa asume como documento adjunto a las presentes conclusiones el libro “Eduquémonos para el Nunca Más” que incluye la propuesta pedagógica.
  9. Incluir en la promoción de los Derechos Humanos, la defensa de los derechos de los Pueblos Indígenas como expresión de la verdad histórica y del reconocimiento de la identidad cultural.
  10. Difundir el conocimiento de la verdad histórica en la realidad de la vida cotidiana.
  11. Reconocer la realidad de las graves violaciones de los Derechos Humanos que ha vivido Honduras.
  12. Incluir a Costa Rica en las próximas convocatorias a Foros y encuentros relacionados a violaciones a los Derechos Humanos y Memoria Histórica.

Es en este tiempo que los hijos e hijas de los detenidos desaparecidos en los años 80´s, han pasado la adolescencia y con un poco más de independencia, buscan conocer sobre sus padres y madres. Algunos piden a sus familias que les informen, otros deciden buscar al COFADEH especialmente los hijos de padres que no eran hondureños, pero fueron desaparecidos en Honduras. En representación y con instrucciones para el abordaje, sostuve reuniones con 2 hijas de diferentes familias salvadoreñas detenidas desaparecidas en abril de 1982, en Tegucigalpa. Esto se pudo propiciar por los encuentros que realizamos con la Mesa de la Verdad.

De la búsqueda de la memoria al Golpe de Estado del 2009

Esta labor realizada por el COFADEH, de documentación y giras dentro y fuera de Honduras, la colocación de monumentos en los cementerios clandestinos, se truncó por 13 años, los años que siguieron a la madrugada del 28 de junio de 2009, cuando una horda de militares de alta graduación secuestró al presidente Zelaya de su residencia. El presidente era conocido por la población hondureña como Mel Zelaya, también originario de Juticalpa, la ciudad donde nací.

Desde el día del Golpe iniciamos una labor relativamente nueva para mí, que fue transmitir información de todo lo que estaba aconteciendo a través de redes electrónicas. De esta forma tuvimos que sumarnos en equipo para informar que, a partir de las seis de la tarde de ese día, se suspendían los derechos constitucionales, por decreto Ejecutivo, del usurpador del poder político.

Esta suspensión de derechos me recordó de inmediato el año de 1988, cuando se suspendieron los derechos constitucionales porque los estudiantes universitarios indignados por la violación a la Constitución incendiaron la Embajada de Estados Unidos. Esta acción ciudadana de soberanía le costó la libertad y la vida a Roger Gonzales, un estudiante de secundaria que se sumó a la protesta, la libertad a Mario Urquía, Félix Cesáreo Padilla…

En este contexto, regresamos otra vez a la lucha por la defensa de los derechos civiles, a documentar las desapariciones forzadas, a acompañar a nuevas familias que buscaban a sus hijos detenidos desaparecidos, a documentar asesinatos, a asistir a sobrevivientes de la tortura, acompañar largas horas de interrogatorio judiciales amañados, teatros de juicios penales contra oponentes políticos. Y a documentar todas las violaciones a derechos humanos que podíamos, sin abandonar las calles en exigencia del retorno al Estado de derecho. Una vez más acompañar a los comités por la liberación de los presos políticos, que se encontraban recluidos en cárceles de máxima seguridad y también exigir la emisión de un decreto amnistía, en esta ocasión más complicado, porque los compañeros manifestantes habían sido acusados de delitos comunes. Y no hubo cambio de régimen, por 12 años se mantuvo la dictadura. Antes del golpe de Estado, durante y la dictadura vivimos las presiones de Estado Unidos, encauzadas a proporcionar apoyo y estabilidad a los golpistas y dictadores.

Hoy estamos aquí, en el COFADEH, con la plena convicción que debemos seguir luchando por los ideales que mujeres y hombres nos trazamos hasta alcanzar una patria libre, ¡¡con verdad, justicia e igualdad!!

Finalmente, traigo a mis pensamientos la frase de doña Fidelina Borjas, madre de detenido desaparecido Samuel Pérez “hoy recojo estos restos, no son los de mi hijo, pero un día otros recogerán los de mi hijo”.

 

[1] https://www.defensoresenlinea.com/por-el-derecho-humano-a-recordar-25-de-junio-dia-de-los-martires-de-la-marcha-de-la-desesperanza-y-del-hambre/

Hechos recogidos en un documental: https://presencia.unah.edu.hn/archivo/2020/cinemateca-universitaria-estrenara-documental-sobre-las-masacres-la-talanquera-y-los-horcones/;

https://elpulso.hn/2020/07/27/estrenan-documental-que-cuenta-las-masacres-la-talanquera-y-los-horcones/

[2] http://hrlibrary.umn.edu/iachr/D/1-esp-4.html

[3] El informe Los Hechos hablan por sí mismos, documentó 179 casos de desaparición forzada: http://www.dhnet.org.br/verdade/mundo/honduras/tnm_honduras_los_hechos_hablan_por_si_mismos.pdf

[4] Sindicato de Trabajadores de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (SITRAUNAH) https://www.defensoresenlinea.com/fueron-12-dias-de-angustias-y-a-37-anos-de-su-asesinato-aun-seguimos-exigiendo-justicia/

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