“zigorgabetasun-sistema bati aurre egitearekin batera, elkartasuna ezagutu dugu, jende zoragarriekin topatu garelako, gure hitzean sinetsi duena”
Susana de la Cruz Ruiz
Defensora de derechos humanos, indígena tsotsil. Integrante del Colectivo de Familiares de expresos en lucha y de la Organización de Familias Unidas contra la Tortura y en Defensa de los Derechos Humanos.
“a la par de enfrentar un sistema de impunidad, hemos conocido el rostro de la solidaridad porque hemos encontrado gente maravillosa que creyeron en nuestra palabra”
Mi origen, mi familia y mi entorno
Soy Susana de la Cruz Ruiz, defensora indígena tsotsil, nací el 5 de agosto de 1987 en San Cristóbal de las Casas, Chiapas. He crecido con el ejemplo de mis padres María y Domingo, personas muy trabajadoras que con mucho esfuerzo y sacrificios nos sacaron adelante, soy la tercera de cinco hermanos, crecí en un ambiente de humildad en el que si comíamos carne o huevo era todo un festín, mi padre era albañil y madre salía a buscar y ofrecer sus servicio para lavar ropa, aparte de dedicarse al hogar que no es nada fácil, vivíamos en una pequeña casita que rentaban mis padres.
Después se agrandó la familia y nos fuimos a vivir un tiempo a una comunidad llamada Selva Natividad, a 20 minutos de San Cristóbal, esa época para mí, fueron los años más bonitos. Una de niña no le preocupa nada excepto por las travesuras que uno hace y lo que dirán los padres, recuerdo cuando con mis hermano Juan, mi hermana Martha, mi hermanita Bety y yo salíamos a caminar y nos perdíamos horas y horas en la montaña, mis hermanos mayores se trepaban en los árboles donde se enredaban en el moral (matas de mora o frambuesa), ellos lo cortaban, mientras yo los recogía y comía. Mientras mis padres se venían a San Cristóbal a trabajar.
Nos encantaba cuando íbamos en familia a cortar y cargar leña, cargábamos nuestras dobladitas de frijol y nos íbamos todos a la montaña. Cuando mis papás no estaban en casa, mi hermana con 12 años -o menos- nos hacía las tortillas para comer, mi mamá un día antes ponía a cocer el maíz y al día siguiente llegaba a tortear pero mi hermana adelantaba este trabajo y recuerdo como ella se iba con la vecina a moler el maíz (nixtamalizado), se ponía a amasar y comenzaba a tortear, yo hacia las bolitas con el tamaño que ella me decía y Bety de 4 años comía, de repente nos encontraba mi madre haciendo las totillas y se sorprendía del equipo que tenía. Tiempo después, nos regresamos a vivir en San Cristóbal de las Casas porque íbamos creciendo y la educación en una comunidad pues, no era muy buena y pienso que sigue siendo un poco precaria. Y llegamos en el lugar, que mis padres con muchos sacrificios lograron adquirir, un pedazo de terreno donde actualmente vivimos.
En general tuvimos quizá una infancia con carencias, pero con mucho amor entre hermanos y hermanas porque siempre estábamos juntos y juntas explorando los lugares y entre todos nos cuidábamos y qué decir de mis padres que siempre procuraron lo mejor para nosotros y nosotras, quizá no nos dieron lo que ellos querían, pero sí lo que estaba a su alcance y nunca nos faltó los frijoles y las tortillas en la mesa. Una vez establecidos nos fuimos a la escuela, que también fue todo un reto para mis padres por los gastos que esto genera, pero nunca no sacaron de ahí porque querían que nosotros tuviéramos mejor futuro, con el tiempo mi mamá se dedicó a la artesanía a elaborar productos de lana, blusas, chalecos, trajes típicos de Chamula, pulseras de hilo, bolsos, entre muchos productos, mientras, mi padre se dedicaba a la construcción y en días libres ayudaba a mi mamá. Años más tarde cuando estudiaba en la preparatoria (nivel medio superior) en vacaciones me ponía a trabar para ayudarme
con mis gastos en la escuela para ayudar así a mis padres y que no todo el gasto recayera en ellos.
A mi hermano se le hizo más fácil el ponerse a trabajar desde muy joven para ayudar a mi mamá con los gastos de la casa, pero no siguió estudiando, mi hermana acabó la preparatoria y se puso a trabajar, mis dos hermanitas de igual manera en los años posteriores.
La detención de mi hermano, torturas y 135 días de huelga de hambre
Antes de terminar mis estudios de preparatoria, nos vimos envueltos en uno de los problemas más graves que nunca habíamos enfrentado. La mañana del 28 de febrero de 2007, privaron de la libertad a mi hermano Juan de la Cruz, llegaron en su domicilio unos agentes de la policía entraron en su casa que se encontraba en obra negra (en construcción) rompiendo puerta y ventanas, tiraron todo cuanto encontraban, sacaron toda la ropa que estaba acomodada, como buscando algo, llevando 10 mil pesos mexicanos que mi hermano tenía para comprar material. Con el uso excesivo de la fuerza en frente de sus hijas y esposa fue golpeado, sin que estas personas presentaran una orden de aprehensión, con el rostro cubierto con su propia playera lo subieron a una camioneta, mientras lo golpeaban con un objeto de metal. No sabíamos hacia dónde lo llevaban.
Mi hermano Juan narra que fueron de 10 a 15 minutos de trayecto hasta llegar a un lugar desconocido donde bajó unas gradas y dentro de este lugar lo sentaron en una silla de metal, lo ataron de pies y manos y comenzaron a golpearlo diciéndole que confesara, lo asfixiaron con una bolsa de plástico, le rociaron agua con gas y chile en su nariz, le dieron golpes en diferentes partes de su cuerpo hasta no poder más. Le colocaron corriente eléctrica en sus partes íntimas haciéndole sentir la muerte. Eso es una forma de presión hacia la víctima para que acepte delitos que no cometieron.
Le dijeron que, si tenía la cantidad de 80 mil pesos lo dejaban ir libre o si no que debía firmar unos papeles, mi hermano les respondió que no tenía esa cantidad y por querer vivir, firmó unos papeles sin saber su contenido, todo esto sucedió durante tres días en los que no sabíamos en dónde estaba. Preguntábamos en la fiscalía indígena de San Cristóbal y nos decían que no estaba ahí, que ellos no sabían, hasta que un abogado que pagó para que nos dieran información sobre su paradero, fue que logramos saber que se encontraba en los separos-instalaciones de la misma fiscalía donde habíamos preguntado antes.
De esta manera fue acusado de homicidio calificado y sentenciado a 25 años de prisión. Un año después absurdamente lo acusaron de extorción y fue sentenciado a 5 años más, con un total de 30 años de sentencia injustos por delitos que no cometió y que fue acusado falsamente con el uso de la tortura como mecanismo para fabricar culpables. Tuvimos una larga lucha legal, mi hermano vendió y perdió su casa para pagar a abogados que solamente vieron una forma de sacarnos dinero, aprovechándose de nuestra necesidad y deseo de sacar de la prisión a mi hermano. No nos dieron respuestas claras y mucho menos una solución. Sin duda también se aprovechaban de nuestra condición e ignorancia por ser indígenas y no saber los procedimientos legales.
Durante 12 años caminamos solas en búsqueda de justicia junto a mis padres, pasamos por el cuarto abogado que contratábamos sin ver una salida, fueron los años más complicados y difíciles, entonces mi hermano junto con otras 5 personas[1] de distintos penales del Estado de Chiapas se organizó y realizaron una acción como último recurso: una huelga de hambre. Todos los compañeros habían sufrido el mismo tipo de patrones de abuso del Estado, como: la aplicación de torturas para responsabilizarlos y hacerles firmar delitos que no cometieron, tenían procedencia indígena, hablan su propio idioma materna, como por ejemplo el tsotsil, tzeltal y algunos se ven obligados a aprender a leer y escribir en castellano, pero no todos lo logran y es cuando más se complica la situación ya que tienen que enfrentar el sistema de justicia y no tienen recursos para pagar una buena defensa. Si les asignan un abogado de oficio, este atiende más de 50 casos y no se da abasto y así pasan la mayor parte de su vida en prisión injustamente.
De esta manera el 15 de marzo del 2019, varios compañeros se determinaron a iniciar una huelga de hambre que tardó 135 días alimentándose únicamente con agua y miel. Con la huelga de hambre se denunciaba: las torturas, irregularidades durante todo el proceso penal, detenciones arbitrarias sin orden de aprehensión, no contar con un traductor de acuerdo a su lengua, el derecho a la presunción de inocencia, entre otros, y solicitando ante el gobernador Rutilio Escandón Cadenas la revisión de sus expedientes y junto con ella su libertad inmediata e incondicional.
Organizarnos como familiares, mujeres al frente de todo…
Desde el primer día de la huelga de hambre, como familiares nos pronunciamos en
apoyo y acompañamiento para los seis compañeros, realizamos plantones, ayunos solidarios, conferencias de prensa, que junto con el acompañamiento del Grupo de Trabajo No Estamos Todxs y el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas, Frayba, tuvimos el objetivo principal de visibilizar los casos y obtener la libertad.
Sabíamos que este proceso no iba a ser nada fácil, que como familiares nos enfrentaríamos a grandes dificultades, sacrificios para trasladarnos a las actividades que se iban planeando y todas las consecuencias que esto traería. Vivíamos con
intranquilidad que una de las consecuencias de la huelga podría ser un traslado de un penal a otro de nuestros familiares, la crítica y criminalización de la sociedad por tener un familiar preso a parte de lo ya vivido, la discriminación de las autoridades por ser de pueblos originarios. La discriminación y criminalización lo hemos vivido
más con las autoridades del gobierno, es triste y decepcionante que eso no sea un delito, porque si lo fuera, las autoridades con alto cargo estarían en prisión.
La organización no ha sido nada fácil, el Colectivo de Familiares en su mayoría somos mujeres que de la noche a la mañana se vieron obligadas a asumir responsabilidades que antes eran compartidas como el sacar a delante a los hijos, trabajar en el campo y tener que estar al frente de las acciones relacionadas con la defensa de sus compañeros, del hijo o del hermano. Ha sido un reto para todas y para algunas más por el hecho de tener que hablar en los medios con dificultades porque nunca lo habían hecho, y tener que aprender a hablar un poco el español. Lo más complicado es conseguir los medios para trasladarse, eso requiere dinero y no ha lo teníamos, han sido procesos muy desgastantes tanto emocional como económicamente, ha sido un proceso verdaderamente difícil. Sin dejar de mencionar que algunas compañeras viven en comunidades muy alejadas que no llega la señal satelital y tener ellas que ir en un lugar específico o bajar al pueblo para poder comunicarse, y las visitas a los familiares cada 5 o 6 meses por falta de recursos y que desafortunadamente por estas razones se han ido alejando y quedando al frente las que estamos más cerca.
Durante este proceso de huelga de hambre, se vio afectada gravemente la salud de los compañeros llegando al grado de ser trasladados al hospital por infecciones severas en estómago y su vía urinaria que ya era con sangrado. Cabe mencionar que durante este tiempo también denunciaron que el sistema carcelario es una
basura y que están en condiciones inhumanas. No tenían acceso a una buena alimentación, les daban carne en estado de descomposición e ingerían agua contaminada. Para toda enfermedad les daban un paracetamol y en ocasiones caducado.
Esta acción de huelga de hambre desató una fuerte represión y hostigamiento de las autoridades hacia los compañeros e inventaron que ellos estaban cavando un túnel para escaparse, les llevaban comida e intentaron obligarles a comer contra su voluntad, cosa que no lograron las autoridades porque los compañeros estaban firmes en la lucha y porque su mayor motivación era su inocencia y que su lucha era justa y digna. A través de comunicados hicimos visible todas estas violaciones, todo este sistema podrido de justicia que solo es para ricos y personas con poder que protege a culpables y encierra a inocentes.
Mi función al frente de la organización, amenazas y desplazamiento obligado
Me vi desde un principio en el colectivo, con una función muy activa y siendo motor para llevar a cabo las acciones. Esto, porque como he mencionado antes, muchas de las compañeras viven en zonas alejadas, y hablan en su idioma propio y tienen dificultad para hablar en castellano y realizar denuncias públicas, visibilizar los casos, comunicar nuestra postura firme hasta obtener la libertad de nuestros familiares, acudir a diálogos con autoridades del gobierno (que no reconocen otros idioma) y de los que únicamente obtuvimos represión, desgaste emocional que es su método favorito, el desgaste económico, la doble discriminación y estigmatización, una por ser indígena y tener un familiar preso y por ser defensora de derechos humanos y más aún por ser mujer, porque para ellos no tenemos derechos y no somos humanas y humanos.
Pero nuestra dignidad y rabia en busca de justicia no nos detuvo en ningún momento, aunque estuviéramos quebradas por dentro, seguimos adelante y mi mayor impulso fue el ver el día las mamás entre ellas la mía, junto a sus hijos, las esposas con sus compañeros, los hijos con su padre y a mi padre verlo junto a su hijo ya libre.
Como familiares de presos, a los presos mismos, y el Centro para Derechos Humanos Frayba (que nos acompañaba), tuvimos amenazas de muerte en forma de anónimos con recortes de periódico y manchas de sangre. Por toda esta situación me vi obligada a desplazarme de mi casa, de mi hogar, de mi familia…además, fue tremendamente injusto que mi hermano Juan tenía su libertad desde el 12 de febrero de 2016, sin embargo, ésta no se llevó a cabo, hasta en diciembre de 2019…y yo no pude estar presente en el momento de su salida por estar lejos en condición de desplazada. Ser mujer defensora indígena nos hace enfrentarnos a múltiples riesgos porque son de la idea que una mujer debe estar en su casa y no les gusta que digamos y alcemos la voz de lo que ellos están haciendo mal. Dejamos todo y arriesgamos todo por alcanzar la justica.
Actualmente todos los compañeros se encuentran en libertad, algunos condicionalmente y otros absolutorios. Continúa la lucha por una reparación de los daños causados, por tantos años privados de la libertad, aunque tengo claro que con nada devolverán tantos años perdidos de mi hermano y de los demás compañeros que estuvieron presos, alejados de su familia, privados de ver crecer a sus hijos, educarlos, cuidarlos, eso no se repara absolutamente con nada.
Después de haber pasado una experiencia tan fuerte como la cárcel, las torturas, etc., mi hermano dice que el mundo fuera de la prisión es muy grande y tiene muchos traumas. Se manifiesta en el miedo de ver un policía, el sentir un olor que recuerde los días durante la tortura, sueña que está dentro de la prisión, que está siendo golpeado nuevamente, le da temor salir a la calle. Nada es igual que antes de su detención.
Por otro lado, el señalamiento prejuiciado de algunas personas hacia la gente que ha pasado por la cárcel, es un hecho que duele, porque la gente se cree lo que dicen las autoridades, es muy efectivo exhibir a las personas como grandes delincuentes, a la vez que ellos -autoridades- se muestran como protectores de la sociedad, cuando los verdaderos delincuentes son los policías y el gobierno por ser fabricantes de delitos y culpables.
El impacto en nuestra familia
Cuando te detienen a una persona querida, de la familia, toda ella se ve afectada, es como que nos detengan a todas y todos. La estigmatización que hace la sociedad, es muy dura, las consecuencias en la salud, etc. mi madre cayó en depresión por pensar cómo sacar a su hijo de prisión, y pensaba ¿porque paso todo esto?, ¿cuál fue su error?, a un año de estar preso mi hermano, falleció mi abuelita y se fue sin saber que su nieto estaba preso y no trabajando lejos como le habíamos contado porque era su adoración y seguro no soportaría verlo tras las rejas, visitarlo y no poder sacarlo de ahí. Para mi hermano fue muy duro vivir encerrado el duelo de la muerte de nuestra abuelita. No olvido las veces que me decía –llorando- que quería salir, que ya no soportaba estar en ese lugar y mi padre se vio muy mal de la diabetes a consecuencia del problema, llego un punto que en lo personal creí que, lo perdería en ese momento, pero afortunadamente pudo ver a su hijo fuera de prisión.
Sin duda la prisión nos detuvo nuestra vida, de alguna u otra manera nos afectó a todos porque mis hermanas y yo nos pusimos a trabajar, después de malvender la casa de mi hermano nosotras costeábamos el pago de los abogados. Son tantos sentimientos que no encuentro la palabra para describir lo que es ir de visita en una prisión en un contexto de discriminación por ser pueblos indígenas, esa humillación que hacen sentir las celadoras cuando pasamos por revisión, la vergüenza de tener que cambiar una toalla sanitaria en frente de ellas para asegurarse de que no llevemos nada escondido por ahí, como somos pertenecientes a una comunidad indígena les es fácil levantar falsos hacia nosotras, por ejemplo que entre nuestras partes metemos algún tipo de drogas, si vamos con nuestra vestimenta (indumentaria) el traje tradicional Chamula o de cualquier comunidad indígena a fuerza nos hacen quitarlo o nos hacen esperar horas afuera porque no nos entienden o nos piden papeles que a otras personas no les piden, una mujer o un hombre mestizo no las revisan como a nosotras y nosotros pueblos indígenas. Se nos prohíbe entrar con chal o reboso que se usa para cargar a los niños pequeños, se nos prohíbe el acceso a algunos alimentos tradicionales como el pozol (para bebida a base de maíz molido), el chilacayote (como un pepino gigante), algunas frutas como la piña, el durazno, las uvas, las fresas, el melón, la caña porque según ellos estas frutas las pueden fermentar y hacer un tipo de licor, cuando dentro de estas prisiones entrando se siente el olor a mariguana, de repente los conflictos por droga entre las personas internas que se pelean la plaza, y estas sustancias son introducidas por los mismos guardias, ha habido riña con armas de fuego entre reos, y son proporcionados por los mismos guardias.
Y lo más difícil es cuando sabes que terminó la hora de visita y que tienes que salir, que nudo se me formaba cuando dejaba a mi hermano, cuando pasaba las secciones e iban cerrando las rejillas, y no poder sacarlo de ahí. Llegar a casa, toparte con los vecinos y que hablen de ti o te señalen, en un tiempo le di importancia, pero después nos liberamos de esas cosas, porque estábamos seguras de la inocencia de mi hermano y nada importaba más que eso, y si a ello le sumamos las amenazas, estar como prisionera dentro de mi propia casa, estar vigilada las 24 horas por cámaras de seguridad y no poder salir de casa sola, siempre estar acompañada en todo momento para seguir en el proceso, el no poder salir a caminar libremente, sino vivir alerta todo el tiempo, sentir los ojos encima en cada momento, sentirse vigilada, tener esa sensación que en cualquier momento me atacarían, estarme reportando a cada rato, en momentos entraba en paranoia, pero de alguna manera tenia que controlarme, por mi bien para no enfermarme y no generar una crisis hacia mi madre. Ha sido verdaderamente muy complicado.
Crecer en la organización y mi determinación para seguir luchando y estudiando para defender derechos
Pero todo esto tiene su lado bueno, porque a la par de enfrentar un sistema de impunidad, hemos conocido el rostro de la solidaridad porque hemos encontrado gente maravillosa que creyeron en nuestra palabra, en la inocencia de nuestros familiares, personas que sin conocernos nos brindan su cariño, que hicieron de nuestra lucha su lucha y que sufrieron hambre, sed, desvelos y compartieron su rabia y dignidad con nosotras y nosotros estos lazos tan fuertes que se generan, las redes que se van tejiendo y el no sabernos solas nos hacen sentir acuerpadas, cobijadas que todo se puede lograr.
Todos este proceso, me ha hecho crecer en muchos aspectos, de alguna manera he adquirido conocimiento a golpes, me ha abierto los ojos a una realidad que desconocía de este sistema, he crecido de la humillación, discriminación, criminalización, todo eso que para los poderosos es insulto o una manera de hacernos retroceder, para mí ha sido una fuente de coraje y valentía para demostrarles que no es así, que eso no nos mata ni nos hace menos ni nos puede detener y aunque nos digan que no generamos presión nosotras seguimos porque basta con ser mujer y siempre nos haremos notar y por ello ya no solo es el colectivo pequeño de familiares, a través de este caminar hemos conocido a más familias que están pasando la misma situación de injusticia, que les han arrebatado a un familiar y han sido víctimas directas de agresión durante las detenciones, por ello a una sola voz se ha conformado la Organización de Familias Unidas contra la Tortura, conformada por familias de diferentes municipios del Estado de Chiapas que caminamos juntas y juntos por justicia, verdad y libertad.
En lo personal mis planes era seguir estudiando después de terminar la preparatoria y quería sacar una carrera en economía y no pude hacerlo. Ni a mi graduación de la preparatoria pude ir porque estaba citada para un careo, y ahora, trece años después estoy retomando mi vida, pero con una visión diferente de la realidad y de la vida desde entonces he estado en preparación constante entre talleres de derechos humanos y de protección. Sin titubeos decidí retomar mis estudios, aunque sea la más vieja de la clase, ahora mi prioridad es terminar mi carrera en Derecho. Porque quiero tener las armas [conocimiento] suficientes para defender a mi pueblo, a mi gente indígena, porque en las prisiones hay más inocentes que culpables, deseo poner mi granito de arena para cambiar este sistema. Sé que no será nada fácil porque está infestado de corrupción, inequidad, es clasista y racista, pero considero sería peor no intentarlo. Todo el mundo debe luchar por lo que es justo, y aquí, en mi pueblo, nosotras seguimos luchando por cambiar este sistema y alcanzar una justicia verdadera y completa.
Agradezco profundamente por este espacio para visibilizar la lucha de las mujeres de cualquier rincón del mundo, esto realmente nos ayuda muchísimo en cada uno de nuestros procesos, mil gracias por brindarnos una mano de esperanza a través de este testimonio y ser parte del Archivo de la memoria de las mujeres del Instituto Hegoa del País Vasco.
[1] Los compañeros que realizaron la huelga de hambre son indígenas tsotsiles y pertenecen a organizaciones como: Organización La Voz de Indígenas en Resistencia; La Verdadera Voz del Amate; Organización Viniketik en Resistencia.
Todas las fotografías de este artículo han sido aportadas por Susana de Cruz Ruiz. La última fue realizada por Xun Sero.
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